sábado, 15 de noviembre de 2008

La Pintura en el Período Republicano

En Venezuela, lo mismo que en otras de América, los comienzos de la pintura están vinculados al deseo de proveer de imágenes a los templos y de satisfacer la devoción de los particulares. Al principio imágenes se traían de España; pero, aun después de haberse consolidado la producción criolla continuó la importancia de cuadros no sólo de esa nación, si no de otros países europeos y de otras partes de América. También llegaron pintores de la Península que en sus modestos talleres echaron las bases de la pintura criolla.
Si tratamos de caracterizar globalmente no solamente la pintura si no todo el arte venezolano de la época hispánica, habrá que decir que forma parte, por su ámbito geográfico y por si significado artístico y sociológico, de lo que entonces fue el imperio español; debe, por lo tanto, ser integrado al mismo, y explicada con la estructura social y cultural de ese imperio.
En el siglo XVII la pintura ya tiene un carácter localista por cuanto utilizan un lenguaje pictórico, que como de Boulton, viene a ser como el germen de la tradición nacional.
La prosperidad económica y social de la Venezuela del siglo XVIII se reflejo en el depurado gusto artístico de los caraqueños y en su afición a los buenos cuadros y a los bellos muebles para el ornato de sus mansiones.
Los pintores criollos continúan inspirándose en las láminas y grabados que ilustraban los libros religiosos y grabados sueltos de diversa procedencia que podían adquirirse en el comercio local. Los pintores comenzaron a firmar y a fechar algunas de sus obras.
Pintores más destacados:
Francisco José de Lerma y Villegas, entre sus obras se encuentra La Sagrada Familia (1719) y La Virgen de Merced.
Juan Pedro López, entre sus obras se encuentra La Virgen del Rosario, La Inmaculada Concepción de la sacristía de la catedral de Caracas; la tabla de Cristo de la Caña y La venida del Espíritu Santo.
En el siglo XIX en ciertos aspectos temáticos y estilísticos la pintura venezolana mantiene las características propias de las últimas décadas del siglo XVIII durante un largo período que va más allá de la dominación política española. El oficio de pintor evoluciona sin que se manifieste cambios significativos que permitan hacer cortes en dicho proceso hasta bien entrando el siglo XIX.
Es necesario señalar que también en Mérida y El Tocuyo se desarrollaron actividades pictóricas que prolongaron la presencia de la imaginería colonial por largo tiempo. En la región del Tocuyo existía la facilidad de producir colores gracias a las riquezas minerales del suelo y también por una tradición en la fábrica de lienzos, todo lo cual favorecía el trabajo del pintor, formándose una pequeña la escuela que muestras la influencia de grabados de la época en obras anónimas.

Martín Tovar y Tovar sucede a Adams en el oficio de retratar hombres más prominentes y en recrear los hechos históricos y hace más envidentes los lazos entre la pintura de esos años y la vida política; formado en Caracas con las enseñanzas de Carmelo Fernández, Lewis B. Adams, Celestino Martínez y después en academias de España y Francia, es el mejor representante de este período heroico de la pintura, que se basa en la exaltación de la lucha por la Independencia y el culto a los héroes, cual fue la intención oficial por aquellos años.
Tito Salas podría considerarse como el último cultivador de la corriente heroica dentro de la pintura venezolana, aunque tiene obras importantes de otro contenido, pero que no son las más conocidas. Salas comenzó a estudiar en la Academia Nacional de Bellas Artes desde muy joven y allí fue alumno de Emilio Mauri; posteriormente obtuvo una beca que le permitió estudiar en París, en la ya tradicional Academia Julian.
Tal vez fue el pintor nacional que por aquellos días estuvo cerca de las nuevas corrientes artísticas y aunque su obra no es revolucionaria sí trae innovaciones en el tratamiento de la luz y del paisaje; hay más vitalidad, ritmo y color en Salas que en sus predecesores. Pinto obras de tipo religiosas, como El milagro y El perdón de Bretaña y otras de tipo más ligero o festivo, como La San Genaro, en las que muestra su visión, comparativamente, bastante menos académica, más vibrante y actualizadas; aportando un tratamiento diferente de la figura, trabaja con nueva vida sus personajes, con un colorido y composición que hasta entonces no se habían visto en los pintores venezolanos.